lunes, 9 de noviembre de 2015

¿Me escuchas?

  Hace un tiempo atrás me encontraba pensando acerca de la atención que Dios le daba a mis oraciones, y entre tanto venían muchas dudas a mi mente: ¿será que de verdad escucha mis oraciones?, ¿por qué cuando le pido tarda tanto en responderme?, ¿será que es él el que me ayuda o soy yo quien cree eso?

        Fíjense todas las dudas que tuve, pero después logré entender que solo estaba haciendo oraciones superficiales, lo cual nunca traería los resultados que quería para mi vida.

        Este tipo de oraciones son las que generalmente se suelen hacer; son huecas, en ellas no se entrega el corazón ni hay verdadera sed por buscar de Dios. Se hacen de una manera preconcebida y llenas de palabras correctas, lo que refleja una enorme carencia de amistad con el Creador.

        La oración superficial no traerá su presencia; necesitamos acercarnos al trono y entablar una estrecha amistad con él.

        Estamos acostumbrados a pensar que Dios solo puede oír las oraciones y discursos de prestigiosos hombres ungidos, pero nos cuesta entender que está dispuesto a oír nuestra más sincera súplica. Además, existe una tendencia de pedirle al evangelista o al pastor que ore por las personas, "ya que Dios lo oye más a usted que a mí"... como si solo algunos tuvieran la llave de acceso directo a los cielos. Tal vez, no nos han enseñado a cultivar nuestra propia búsqueda personal.

¿Han oído hablar sobre la tentación de Jesús en el desierto? Bueno sí, el enemigo se atrevió a tentar al hijo de Dios, pero la propuesta más tonta fue sin duda cuando le dijo a Jesús que convirtiera una piedra en pan... Imagínense, estaba diciéndole al Pan de Vida que transformara una roca en pan. ¿Qué quiere decir esto? Fácil; nosotros debemos cuidarnos de no cometer el error de transformar pequeñas piedras en pan para satisfacer el hambre momentánea de la gente, y en lugar de eso enseñarles a buscar el verdadero Pan de Vida.

        Estoy casi segura de que se está gestando una nueva generación que, en lugar de consultar con el enfermero, va directo al médico.

        Es bueno que tengamos presente disfrutar del hecho fascinante de charlar con el mismo Dios que ha contestado las oraciones de Abraham, David, Elías, Pablo... Pues mientras perdemos el tiempo esperando que sea alguien más el que ore por nosotros, el Hacedor del universo nos aguarda en la habitación. No puede haber algo más fabuloso que esto: el mismo Dios que ha ungido a grandes hombres tiene una cita con nosotros esta madrugada.

        Si podemos captar la dimensión de esta verdad tan sencilla y al parecer trivial, nuestra vida de oración dejará de estar en el plano superficial y pasará a un nivel superior.



Leidy Barajas.